MANIAC (2018)

Estamos viviendo en el 2018 un estancamiento en el boom de series y programas de televisión causado por la masificación de los servicios de streaming, al descubrir la fórmula mágica que nos hace adictos a cada temporada nos llenamos de un día para otro de cientos de series todas iguales; los mismos arquetipos de personajes y los mismos recursos narrativos, solo que en diferentes escenarios históricos o fantásticos.

Es en este contexto de estancamiento creativo donde se valora (y se critica) con más fuerza cuando surge una joya como Maniac, que con 10 capítulos en Netflix logró dejar una marca que hace mucho tiempo no era producida por una serie. A cargo de Patrick Somerville y Cary Fukunaga esta miniserie es protagonizada por nadie menos que Jonah Hill y Emma Stone, un par de actorazos que ponen en cada capítulo el nivel de actuación que uno solo le exige a una gran película.


Sinopsis

La historia gira en torno a dos personajes, Owen Milgrim (Jonah Hill) y Annie Landsberg (Emma Stone), quienes por causa de sus particulares situaciones emocionales y complicaciones psiquiátricas llegan a participar como sujetos de prueba a una investigación farmacéutica que pretende descifrar y resolver todo diagnóstico mental a través de fuertes experiencias alucinógenas e introspectivas, canalizadas a través de tres píldoras y monitoreadas por los científicos desarrolladores del proyecto a través de una computadora denominada GRTA. Si bien estas experiencias toman en primera instancia la forma de recuerdos vívidos, en etapas más avanzadas del proceso se experimentan escenarios ficticios que utilizan tópicos narrativos conocidos, como una sesión espiritista de los años 40 o una aventura de fantasía medieval donde los sujetos de prueba asumen personajes propios de la aventura y se enfrentan a diversos elementos de su realidad a través de las metáforas y experiencias de aquellas historias.


¿Recomendable?

La exploración de las complejidades emocionales de los personajes no es un tema para nada nuevo en la televisión, y la introspección en los desórdenes psiquiátricos está particularmente de moda en los últimos años, probablemente gracias a producciones como Dr. House y Sherlock. También temática de las aventuras en escenarios mentales y la correlación de personajes en diversas narrativas diferentes es algo que ya hemos visto, gracias a películas como Inception o Cloud Atlas. No, no es la premisa de Maniac la que la hace brillante, sino la bella propuesta estética que despliegan a lo largo y ancho de sus diez capítulos.

Es difícil definir el contexto y apariencia del escenario temporal donde se producen los eventos, es algo así como un 2018 distópico proyectado a partir de la tecnología y estética ochentera gringa a través de un lente japonés. Si, así de raro es, ya que juega con nuestra capacidad de extrañamiento al mostrarnos vestimentas y edificios muy familiares para nuestra década, para luego descolocarnos con tal o cual artilugio tecnológico o servicio que no calza directamente con lo que conocemos. Todo tiende a ser cableado y medio análogo, como se proyectaba la tecnología en la época de Blade Runner, incluso los computadores más avanzados mantienen su apariencia grande, aparatosa y con pantallas CRT, todo eso a pesar de ser extraño y desconcertante a veces, esta tan bien distribuido que se vuelve rápidamente muy familiar.

La atención a la configuración estética es consistente a través de todas las narrativas diferentes que se experimentan en las sesiones con los fármacos. Esto no se limita solo al diseño de locaciones, sino que se extiende al vestuario, música, acentos y por supuesto a la actuación. Esta belleza detallista complementa y potencia al vertiginoso ritmo narrativo de la serie, que gira y te descoloca de forma inteligente jugando con las expectativas de manera creativa, pero sin recurrir al plot twist simplón ni al cliffhanger, de hecho, cada capítulo es más o menos concluyente y redondito, y en conjunto a la temporada entera te hace pasar en carne propia los procesos emocionales a los que se ven sometidos los protagonistas.

Es esa la diferencia que tiene esta serie con la gran mayoría, se nota el cuidado y el cariño que se pone en cada capítulo de parte de todos los involucrados, es una propuesta arriesgada y valiente que tira por la ventana tus expectativas, es algo diferente. No se limita a la experiencia oscura y nihilista de escenarios oscuros y música tensa, sino que te lleva de la mano a través del sufrimiento, el miedo, la esperanza, la aceptación y la redención con un soundtrack increíble que al final del último capítulo no te deja con esa depresión post-serie, sino con una sensación de tranquilidad, ya que al igual que los personajes, vives un proceso de sanación a través de las narraciones y las experiencias, que si bien no soluciona la existencia, si entrega una extraña forma de alivio.


Agradecimientos a Lucas P. Garri por su aporte.

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