1978, el año cero para muchos, que, siendo niños, fuimos testigos del lanzamiento de la película que cambiaría la forma de ver cine, y por supuesto, cambiaría la vida de millones de personas por el resto de sus días.

No recuerdo el mes, pero sí los acontecimientos previos a la asistencia al cine. Yo tenía 8 años y en esa época, el solo hecho de anunciarte que irías a ver una película ya era un verdadero carnaval. Se sabía muy poco del filme, los periódicos entregaban solo un par de imágenes y esbozaban una pequeña reseña del contenido de la historia. Un desfile de extrañas criaturas, batallas espaciales y duelo de espadas es lo que anunciaban.

Llegó el día tan esperado y mis padres habían comprado 3 entradas. Una para una prima, otra para mi hermana mayor y la tercera para mí. Era un sábado por la mañana cuando desperté con el entusiasmo de un niño que solo esperaba ver una película más, sin embargo, ya recreaba escenas con figuras plásticas que regalaba un helado de la época. Llegó la noche y nos llevaron al desaparecido Cine Las Condes. Había mucha gente y aunque la función era tarde, muchos niños de mi edad esperaban ansiosos en la fila. Entramos a la sala, se apagaron las luces y aparecieron las características letras levitando por la galaxia. Ya con eso, el público quedó expectante y alucinado. Dos horas de viajes estelares, de batallas épicas, de planetas oníricos. Dos horas de magia pura fue lo que se vivió aquella noche. Ese día fue el final de un niño “normal” y fue el nacimiento de la persona que soy hasta hoy.

¿Qué es lo que más recuerdo de la película?, la entrada triunfal de Darth Vader en el abordaje a la Tantive IV. Escena que me caló hondo y me hizo un fanático acérrimo por este lúgubre personaje de yelmo y capa negra. Mientras mis amigos de infancia se peleaban por ser Luke, Han o la princesa Leia en esas interminables tardes de juegos espaciales, yo encarnaba al malo de la película, prometiéndome que algún día lo representaría con todas las de la ley.

Rodrigo Heredia con Jeremy Bulloch.

En aquella época el “merchandising” era prácticamente nulo. Un par de cómic aparecieron tímidamente y pensar en figuras, naves o algún artilugio haciendo referencia a la película era casi una utopía. Recortes de diarios y revistas eran nuestra “colección”, mesas y sillas nuestras naves, y cajas de cartón y escobas nuestros cascos y sables. La imaginación de un niño lo puede todo.  Luego se estrenaron los episodios V y VI, y con ello la llegada de un mercado más amplio de artículos del filme. Lo primero que llegó a mis manos fue la “Tie Fighter” blanca, regalo hecho por mis padres en la navidad de 1980. Nave que aún conservo como un verdadero tesoro.

Los años pasaron quedando un vacío enorme para los fanáticos de siempre, el cual duró casi 10 años, hasta que en 1997 es anunciado el estreno de la trilogía en una edición especial, con escenas nuevas y una banda sonora renovada. Como todo gran hito, el mercado coleccionable no se hizo esperar. Nuevas figuras, naves, vestuario, sables y literatura llenaron las vitrinas y repletaron las tiendas comerciales con antiguos y nuevos seguidores.

El lado oscuro de la fuerza

Ya trabajando y con poder adquisitivo me hice coleccionista, llegando a comprar cualquier cosa que tuviera las letras “S W” aunque lo relacionado a Darth Vader era mi prioridad. Nacían también los fans clubs donde fui parte por un tiempo.

En el año 2000 comencé a cumplir aquella promesa que me hice de niño. Por gestión de un amigo en octubre del mismo año llegó a mis manos el casco de Darth Vader escala 1:1 iniciándose una gran odisea por hacerme el traje lo más fiel posible. En esos días, el internet era casi nulo y había muy poca información acerca de la confección e implementos del vestuario, y de la armadura, por lo que la realización fue prácticamente a ciegas, utilizando lo que se tenía a mano, revisando fotografías y dando rienda suelta a la creatividad de amigos que me apoyaron.

Terminado el traje en su totalidad, fui participe de muchos eventos, visitas a hogares, estrenos, entrevistas, convenciones, etc. Hasta que en el año del 2005 se me invitó a interpretar al mismísimo Vader en el cortometraje Star Wars Renacimiento”. Recordar al infante de 8 años que se maravilló con una historia intergaláctica, cuyo mayor deseo era interpretar a su personaje predilecto en alguna loca travesía, era el sueño máximo, y ya lo había cumplido.

Ese mismo año colgué el traje y nunca más lo he vuelto a usar. Los ciclos tienen que cerrarse, y de la mejor manera.

Hoy en día sigo siendo parte activa de este maravilloso universo. Participando en eventos, haciendo charlas, preparando un documental, escribiendo, etc. Quién se hubiese imaginado que una película sería tan trascendental y parte importante en la vida personal y en la de millones de fanáticos.

En qué influyó esta historia en mí existir: Estudié cine. Me interesé en temas de la Metafísica, de la Ciencia Ficción, de los efectos especiales. Comencé a escribir, o por lo menos eso intento. Me hice de grandes amistades que después de 4 décadas aún están presentes.

Esta gran aventura se viste, se habla, se siente, se comparte, se respira, se vive… Y todo gracias a una historia muy lejana llamada “La Guerra de las Galaxias”…


Esta columna fue escrita por Rodrigo Alejandro Heredia Avila